Que vivienda?

Te han contado un cuento. Te dicen que los precios de la vivienda y el alquiler están por las nubes por culpa de los pisos turísticos, de la abuela que alquila el piso que heredó de sus padres o de la malvada especulación del pequeño propietario. Te mienten. Es un señuelo, una cortina de humo para que no mires al verdadero monstruo que acapara el tablero de juego.
El drama de la vivienda en España, esa losa que impide a los jóvenes emanciparse y a las familias respirar, tiene un responsable con nombres y apellidos en el IBEX 35: el gran cártel financiero-inmobiliario. Los bancos y los fondos de inversión.
Permitidme que os explique el timo de la estampita más grande de nuestra historia reciente. Tras la crisis de 2008, esa que ellos mismos provocaron, los bancos se quedaron con cientos de miles de pisos. Ejecutaron hipotecas de familias arruinadas y se hicieron con un parque inmobiliario gigantesco a precio de saldo. ¿Y qué hicieron con él? ¿Ponerlo en el mercado para que la gente pudiera acceder a una vivienda a un precio razonable? No seáis ingenuos.
Hicieron todo lo contrario: acapararon. Guardaron esos pisos en sus balances, como un dragón que duerme sobre una montaña de oro. Y aquí viene la clave, la pieza que falta en el rompecabezas que los políticos jamás te mostrarán. Mientras a ti, si tienes una segunda vivienda vacía, te amenazan con subirte el IBI y te llaman insolidario, estos gigantes gozan de un paraíso fiscal de facto. No existe una presión fiscal real y contundente que les obligue a sacar esa ingente cantidad de vivienda al mercado.
¿Por qué? Porque tener miles de pisos vacíos les permite hacer dos cosas. La primera es crear una escasez artificial. Como hay poca oferta para una demanda altísima, el valor de cada "ladrillo" se dispara. Es la ley más básica del mercado, manipulada a una escala masiva.
La segunda, y más perversa, es una operación de maquillaje contable. Al mantener los precios de tasación artificialmente altos por esa escasez, sus balances lucen espectaculares. Inflan sus activos para hacerse los guapos delante de los inversores extranjeros. Venden una imagen de solvencia y poderío basada en un castillo de naipes construido sobre tu miseria. Presumen en Fráncfort, Londres y Nueva York de la fortaleza de sus carteras inmobiliarias, un valor ficticio que se sostiene únicamente porque miles de pisos están cerrados a cal y canto, pudriéndose en silencio.
Es un círculo vicioso perfecto para ellos, y mortal para ti. Mientras el consejero delegado del banco X presume de beneficios récord, un joven de 30 años comparte piso como si fuera un estudiante. Mientras un fondo buitre presenta sus cuentas saneadas, una familia destina el 60% de sus ingresos a pagar una hipoteca o un alquiler abusivo.
Y la clase política, ¿qué hace? Nada. Son cómplices necesarios. Miran para otro lado porque la puerta giratoria entre los ministerios y los consejos de administración de estos bancos necesita estar bien engrasada. No legislarán de verdad contra sus futuros jefes. Te entretienen con leyes de vivienda que son un colador, con ayudas ridículas que son pan para hoy y hambre para mañana, mientras el verdadero cáncer sigue intacto.
La solución no es perseguir al pequeño casero. La solución es escariar el privilegio del gran tenedor. Es meterle mano a ese patrimonio inmobiliario improductivo con una fiscalidad que haga más doloroso tener un piso vacío que ponerlo en alquiler a un precio justo.
Que no te engañen más. El problema no es el turismo. El problema es un oligopolio que juega al Monopoly con tu derecho a tener un hogar. Yo solo pongo la herramienta y señalo la roña. La fuerza para limpiar este sistema la tienes tú.