Escariador

No me conocéis. Mi cara no sale en las tertulias de televisión ni mi nombre figura en ninguna lista electoral. No tengo un cargo público, ni un chiringuito desde el que repartir subvenciones. Soy, para el sistema, un completo nadie. Y precisamente por eso, soy alguien. Soy el murmullo en la barra del bar, la mirada de hastío en el metro, la conversación a media voz en la cena familiar. Soy la España que trabaja, paga y calla. 

He decidido dar un paso al frente y ponerme un nombre, porque lo que siento necesita ser canalizado. Podéis llamarme "El Escariador".

Miro a mi alrededor y siento una mezcla de rabia y pena profunda. Veo mi país, España y Europa, esta tierra que ha parido genios, conquistadores y santos, y se me caen los palos del sombrajo. La estamos convirtiendo, o más bien, la están convirtiendo, en un basurero. Un páramo de pensamiento único, regado con la demagogia más barata y abonado con nuestros impuestos.

Nos hablan de progreso mientras nos arrastran a un modelo socialista-soviético que ya fracasó en todo lugar donde se implantó, dejando solo miseria, control y muerte. Un modelo que se disfraza de modernidad, con sus banderas de colores y sus causas nobles de cartón piedra, pero que en el fondo es el mismo lobo de siempre: el Estado omnipotente, el individuo anulado.

Cada día nos levanta una nueva ocurrencia de un ministro que no ha trabajado en su vida fuera de un partido. Cada día, un nuevo impuesto para mantener su red clientelar, sus asesores innecesarios y sus embajadas autonómicas de opereta. Nos fríen a impuestos para luego decirnos cómo debemos pensar, qué debemos comer, cómo debemos hablar y hasta qué debemos sentir. Nos han declarado una guerra silenciosa a la gente normal.

Si trabajas duro y levantas una persiana cada mañana, eres un explotador. Si defiendes la unidad de tu nación, eres un facha. Si crees en la familia como pilar de la sociedad, eres un retrógrado. Si quieres seguridad en tus calles, eres un intolerante. Han pervertido el lenguaje hasta convertir el sentido común en un acto de rebeldía.

Y que nadie se equivoque, esto no es un mal solo español. Es una plaga que recorre Europa, un continente senil y acomplejado que reniega de sus raíces, de su cultura y de la civilización que iluminó el mundo. Bruselas se ha convertido en un comité central de burócratas no electos que dictan normas absurdas que hunden a nuestros agricultores y ganaderos mientras abren las puertas a todo lo que nos debilita.

Por eso me nombro "El Escariador". Para quien no lo sepa, un escariador es una herramienta de precisión. No destruye como un mazo, sino que limpia, pule y perfecciona un agujero ya existente. Elimina la escoria, la rebaba, el óxido que impide que la pieza funcione.

Esa es mi labor, mi vocación. Escariar el sistema. Señalar la podredumbre, la corrosión ideológica que lo está carcomiendo todo desde dentro. No vengo con un partido político ni con soluciones mágicas. Vengo con algo mucho más peligroso para ellos: la verdad desnuda. La verdad del autónomo asfixiado, del jubilado que ve su pensión devaluada, del joven que no encuentra más futuro que una "paguita" o el aeropuerto de Barajas.

No soy de izquierdas ni de derechas, porque esa división es el timo con el que nos tienen entretenidos mientras nos saquean a todos por igual. Soy de los de abajo, de los que solo quieren que les dejen en paz para poder vivir, trabajar y prosperar en su tierra.

El óxido socialista es profundo, ha penetrado en la educación, en los medios, en la cultura. Pero el metal de esta vieja nación es fuerte. Mi voz es solo la primera pasada de la herramienta. Pronto, seremos más. Somos una legión de "nadies" que se han cansado de ser todo para no recibir nada.

Mi nombre es el Escariador. Y he venido a limpiar.