La Fábrica de Mediocres

El timo del esfuerzo en la España del subsidio
Salen los ministros y sus palmeros, henchidos como pavos reales, a vendernos la gran noticia en todos los telediarios: el abandono escolar ha bajado a un "mínimo histórico" del 13%. Y lo celebran con grandes aspavientos, como si hubieran curado el cáncer. Se ponen medallas por seguir siendo, simple y llanamente, los líderes del fracaso en Europa. Porque esa cifra, que aquí es motivo de fiesta, en cualquier país serio de nuestro entorno sería una vergüenza nacional.

El problema no es solo el número, es el "porqué". El fracaso de nuestros jóvenes no nace únicamente en aulas infestadas de leyes educativas ideológicas que cambian más rápido que las modas. El verdadero cáncer está en la calle, en el mensaje que como sociedad, y amparados por este Gobierno, estamos enviando: el esfuerzo ya no merece la pena.

Pensemos por un momento en un chaval de 16 años que duda si seguir hincando los codos. Miremos el panorama que le ofrecemos desde la atalaya de nuestra "justicia social".

Por un lado, tiene el camino del sacrificio. Le decimos: "Hijo, estudia. Sácate el Bachillerato, sufre una carrera de cinco años de Ingeniería, quizá un máster carísimo. Vive ahogado en libros y sin un duro mientras tus amigos salen de fiesta". ¿Y cuál es la recompensa al final de ese túnel? Si tiene suerte, un primer contrato de becario o un sueldo de 1.600 euros, del que Hacienda se llevará un buen pellizco.

Por otro lado, tiene el atajo. El sistema le susurra al oído: "Chaval, no te mates. Deja los libros, ponte a servir mesas". Con la subida artificial del Salario Mínimo Interprofesional (SMI), un camarero sin cualificación alguna gana 1.134 euros brutos al mes.

Y aún hay una tercera vía, la más cómoda de todas: la hamaca del Estado. "Ni estudies ni trabajes. Apúntate al paro, busca una paguita, un subsidio, el ingreso mínimo vital...". Y sin dar un palo al agua, recibirá una cantidad que, en muchos casos, se acerca peligrosamente al SMI.

Este es el crimen que están cometiendo. Hemos destruido los incentivos. Hemos creado un sistema perverso donde la diferencia económica entre dejarse la piel estudiando una década, trabajar sin cualificación o vivir del cuento es de apenas unos cientos de euros. Hemos hecho que el sacrificio parezca un negocio de tontos. Le hemos dicho a nuestra juventud que la cultura del esfuerzo es un timo.

Y esta estafa moral tiene consecuencias devastadoras para el país. Un alto abandono escolar genera una mano de obra de baja cualificación. Y una nación de trabajadores poco cualificados es una nación con una productividad por los suelos.

Ese es el motor gripado de España. La baja productividad es la madre de nuestro empobrecimiento. ¿Por qué tu cesta de la compra es más cara? ¿Por qué tu sueldo no da para más? ¿Por qué somos más pobres que hace una década? Porque como país, producimos menos valor. Porque una economía basada en el turismo y los servicios de bajo valor añadido no puede competir con las potencias industriales y tecnológicas.

No es magia, es la cosecha lógica de haber sembrado la mediocridad. Es el resultado de priorizar el "café para todos" sobre la excelencia, el subsidio sobre el mérito. Están creando, a propósito, una sociedad de dependientes, porque un pueblo ignorante y que vive de la mano del Estado es un pueblo más fácil de manejar y de comprar con promesas vacías cada cuatro años.

Así que no, no celebren ese 13%. Es el símbolo de nuestro fracaso. El reflejo de una sociedad que ha dejado de valorar el conocimiento y el trabajo duro.

Un país sin jóvenes que aspiren a más, que luchen por la excelencia, no es un país con futuro. Es, simplemente, una sala de espera hacia la irrelevancia y la miseria. Y el subsidio no os salvará de eso.