OTAN si OTAN no

Hoy, mientras nuestros socios europeos y atlánticos se toman en serio las amenazas de un mundo cada vez más oscuro, el Gobierno de España sale a la palestra a hacer el ridículo una vez más. Nos venden que nuestro raquítico presupuesto de Defensa es una decisión ideológica, un compromiso con la "cultura de la paz".

Qué bien suena, ¿verdad? Qué titular tan bonito para la prensa internacional. La verdad es que nuestra debilidad militar no es una elección, es una consecuencia. No es idealismo, es la bancarrota.

La OTAN, esa alianza que nos protege, pide a sus miembros un esfuerzo, un compromiso que tiene que subir al 5% del PIB para tener una capacidad de defensa creíble. Es el estándar europeo, el peaje para ser un socio fiable. ¿Y España? España se arrastra por la cola, incumpliendo sistemáticamente, prometiendo llegar a esa cifra para el día del juicio final. Sánchez y sus ministros lo disfrazan de virtud, como si fuéramos la reserva espiritual pacifista de Occidente.

La cruda realidad es que España no puede permitirse una defensa digna no por falta de voluntad pacifista, sino por un despilfarro socialista que ha dejado las arcas tiritando. No hay dinero para fragatas, cazas o munición por la misma razón que no lo hay para bajar impuestos o mejorar la sanidad: se lo ha comido el monstruo insaciable del gasto político y el Estado del Bienestar clientelar.

Analicemos fríamente, como lo haría un buen artesano con una pieza defectuosa. ¿Dónde está el dinero de los españoles?

Primero, en una estructura de gasto social insostenible. No hablo de las pensiones de nuestros mayores, que se ganaron con el sudor de su frente. Hablo de la red de chiringuitos, subvenciones a fondo perdido para colectivos afines, ministerios de la nada con miles de asesores, "paguitas" que desincentivan el trabajo y un sistema autonómico que duplica gastos hasta el infinito. Han creado un leviatán burocrático que devora recursos sin producir nada a cambio. Se gasta más en propaganda que en equipar a un soldado.

Segundo, y como consecuencia directa de lo anterior, en una deuda pública galopante. Para poder pagar la fiesta del despilfarro, este Gobierno ha hecho lo único que sabe hacer: tirar de tarjeta de crédito y firmar una hipoteca a nombre de nuestros hijos y nietos. Cada euro que se destina a pagar los intereses de esa deuda monstruosa es un euro que no va a la defensa de nuestra soberanía, a la seguridad de nuestras fronteras o a la capacidad de ser una voz respetada en el mundo.

Así que no, señor Sánchez, no nos venda la moto del idealismo. No es que prefiera los libros a los cañones; es que ha malvendido los cañones para comprar votos con libros de texto ideologizados y subsidios. Ha cambiado la seguridad nacional por la paz social comprada a plazos.

El resultado es patético. Somos un socio poco fiable, un "gorrón" estratégico que espera que americanos, alemanes o franceses nos saquen las castañas del fuego si las cosas se ponen feas. Perdemos influencia, peso y respeto. Nos convertimos en una comparsa en el escenario internacional, un país cuya palabra vale tan poco como su capacidad para defenderla.

Un país serio tiene unas cuentas saneadas y una defensa creíble. Esos son los cimientos. Este gobierno se dedica a pintar de morado las paredes mientras las vigas maestras se las come la carcoma de la deuda y el despilfarro.

No se puede ser un campeón de la paz desde la irrelevancia y la debilidad. Eso no es pacifismo, es estupidez. La verdadera paz se defiende con fortaleza y disuasión. Todo lo demás es palabrería para ingenuos.